Es curioso como en tiquicia, la
costumbre de delegar nuestras responsabilidades esté tan arraigada a nuestro
diario vivir, tanto que es normal echar la culpa de nuestros problemas o incompetencias
a los demás.
La frase: “que alguien
más”, común en el léxico tico, nos define como zafa lomos de profesión casi como si no existiera en este país, responsabilidad alguna por nuestros acciones
u omisiones...
Como ejemplo de lo anterior
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Que alguien más vote en las elecciones
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Que alguien más respete las señales de tránsito
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Que alguien más respete la autoridad
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Que alguien más pague impuestos
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Que alguien más se manifieste
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Que alguien más ayude al que están asaltando
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Que alguien más adopte perros
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Que alguien más llegue temprano
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Que alguien más diga la verdad
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Que alguien más cumpla las metas del mes
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Que alguien más haga el trabajo
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Que alguien más barra el piso
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Que alguien más done sangre
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Que alguien más defienda mis derechos
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Que alguien más… que alguien más… etc
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El “nomeimportísmo” enferma a la
sociedad tica más allá de lo moral, y nos sume en un peligrosísimo
individualismo que se desmarca de lo que fue habitual, en un país que se jacta
de ser solidario y buena nota, donde el vecino era nuestro amigo y ahora
nuestro enemigo, donde el maestro ayudaba
a nuestro hijo al regañarlo y ahora la tiene contra él y hay que
demandarlo, donde el dar platilla que sobra para la Teletón en diciembre, es
suficiente obra de caridad anual para llegar a un mediocre punto de
satisfacción en cuanto a solidaridad se refiere.
No sé si exista alguna estadística
que determine en qué medida nuestra mala actitud, impacta negativamente en nuestra
condición de subdesarrollo, manteniéndonos acostumbrados a creer que es el
estado quien tiene que resolver los
problemas particulares de todos.
A raíz de lo anterior entonces no
es de extrañar que ministros, diputados y demás políticos de carrera, se la
pasen hablando y quejándose de lo que no se ha hecho en 20 o 30 años y que es
por esa inacción que en el presente las cosas no caminan, y el estado se
estanca…..
Inclusive, la mismísima
presidenta, Laura Chinchilla está contagiada de esta actitud, tendencia o
costumbre, como quieran llamarle, ya que
reiteradamente, luego de cumplir casi tres años de gobierno, no ha hecho otra cosa entrevista
tras entrevista que culpar a situaciones exógenas su propia inoperancia.
La crisis económica, los
desastres naturales y hasta la supuesta ingobernabilidad son excusas perfectas para tapar de alguna manera un año fracasado
y sin rumbo en su administración.
Éste fenómeno que lamentablemente
está presente en todos los niveles de la sociedad, nos lleva por mal camino,
justamente al contrario de donde deberíamos ir, hacia adelante.
La actitud es personal, y la
define nuestro interés en cambiar y querer un mejor país para todos, dejar
atrás el individualismo debería ser el norte a seguir y nuestra meta como
sociedad, esto si le queremos dejar
mejores hijos a nuestro país.
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