Me llegó este mail y la verdad no puedo hacer otra cosa que publicarlo.
Marco Vinicio Vargas es jefe de la Unidad de Trauma, Hospital Nacional de Niños, Dr. Carlos Sáenz Herrera [email protected] 07:55 a.m. 08/03/2010
Mis rodillas no se mueven. Mis piernas están adormecidas y no quieren caminar. Es curioso, son solo diez metros hasta aquel salón, donde me esperan unos padres ansiosos y desesperados, y todo mi cuerpo se resiste a avanzar.
Hace solo dos minutos, salí de la sala de reanimación de la Unidad de Trauma del Hospital Nacional de Niños en donde yacen dos seres humanos maravillosos: un niño y una niña. Juntos, no suman ni once años de vida. Ambos fueron impactados por un carro en el vehículo en el que viajaban para la escuela. La explosión de fuerza que se produjo, atrapó sus cuerpecitos entre el caos de latas. Sus cabecitas quedaron mezcladas entre el metal retorcido. Sus manitas, chocaron contra el filo del vidrio cortante. Sus espaldas pegaron contra el duro y negro asfalto. Ambos están muertos.
Miro a mis compañeros de equipo y en sus ojos se refleja el dolor por la pérdida de quienes, apenas hace media hora, eran unos pequeños desconocidos. Sus miradas reflejan la frustración de quien pierde una batalla. Están con el alma cansada porque nadie nunca es el mismo luego de ver morir a un niño, y menos a dos.
Ahora, como grupo, tenemos otra responsabilidad igual o más dura que batallar de cara contra la muerte. Es la responsabilidad de estar frente a un par de padres quienes, con la mayor angustia, nos esperan para saber cómo están sus pequeños.
La puerta se abre y en forma inmediata dos pares de ojos enrojecidos se conectan con los míos y naufragan en la mirada de quienes me acompañan. Una sonrisa hecha mueca desaparece rápidamente en sus caras como queriendo engañar al cuerpo diciéndole que las cosas van a estar bien. Se toman las manos. No podrían estar más cerca. Con manos temblorosas, se limpian las lágrimas. Sus manos están blancas como toda la piel de sus cuerpos. A pesar de que tenemos solo treinta segundos en esa habitación, es fácil ver el temblor en sus labios al hablar y sus rodillas inquietas. Son un par de padres aterrorizados.
Finalmente, cuando lo que debe suceder no se puede contener, cuando tengo la responsabilidad de hablar y de aplastar la esperanza de vida, mi voz al igual que mis piernas, flaquea. ¿Cómo hacer esto? ¿Cómo decirle a un par de jóvenes que sus hijos están muertos? ¿Cómo explicarles que hoy, al regresar y abrir la puerta de la casa, no se encontrarán con aquellas voces llamando a papá?
Cuando, por fin, la voz se suelta y pronuncia el discurso tan temido, este hombre y esta mujer abren sus bocas tratando de aspirar el alma de sus hijos. Un viento frío, helado, se pega en sus gargantas y no los deja respirar. En aquella habitación de hospital, todo empieza a moverse en cámara lenta. Nos miran tratando de encontrar una cara que les diga que lo que acaban de oír fue una broma macabra. Buscan una cara que les diga lo contrario, que les devuelva la vida a sus hijos y a ellos'.
Es al final de esta conversación cuando nos golpea otra realidad: el conductor que los colisionó está detenido, pero aún no sabe que sucedió. Venía de una fiesta y está tan borracho, tan inconsciente, tan feliz' Resulta que conducir después de tomar licor era su conducta habitual. Nos enteramos de que ya lo habían detenido, pero –qué casualidad– dicen que no era reincidente.
Permisividad criminal. Resulta que, ahora, quien les explica a estos papás que sus hijos deberán ir a una morgue en lugar de terminar su viaje y llegar a la escuela, sabe que esto pasa porque el Estado costarricense es permisivo y que quien debería estar detenido por usar un arma en la vía pública bajo los efectos del alcohol, está en la calle por el “pobrecito”'
Reto a quienes, por salvar unos cuantos votos, permitieron que siguiera la fiesta de miles de personas que todos los días toman licor antes de llegar a sus casas y conducen hasta matar.
Pero también reto a cada uno de los ciudadanos que favorecen esas conductas diciendo “'. ¿cómo? Ahora, no se puede tomar ni un traguito”, “'diay, entonces no se puede ni ir a una graduación”, “' ¡Qué vida! Ya no podemos ir a una fiesta”' como si todo lo que se celebrara en las fiestas fuese el guaro. Los reto por haber permitido que esto sucediera.
Reto a cada ciudadano por no haber hecho más, ni ellos ni nosotros, ni ellos ni yo. Nuestra función en la sociedad no se limita a dejar solos a los que gobiernan. No tuvimos el valor, la fuerza y la entereza para tener un estado de cero tolerancia a la conducción bajo los efectos del alcohol. Los ciudadanos no tuvimos el nivel de organización y valor que tuvo Candice Lightner en 1980, quien, después de enfrentar la muerte de su hija de 13 años por un conductor borracho, fundó en los Estados Unidos MADD, que son las siglas en inglés de una organización cuya traducción en español es “Madres Contra Conductores Borrachos” (www.madd.org).
Tenemos que asumir como costarricenses que nuestras almas también estarán manchadas por la sangre de cada niño, de cada niña y de cada persona que muera o sufra lesiones por una conducta asociada a la conducción y al alcohol, conductas que pudieron ser frenadas con una ley realmente fuerte que permitiera a los fiscales y jueces tener armas de peso para trabajar. No leyes de juguete, con portillos para evadir la responsabilidad y, peor aún, evadir la moralidad que, como seres humanos, debemos tener: esa humanidad y moralidad que, después de defender o de liberar a un conductor borracho, nos permita vernos ante un espejo y no sentir verguenza y asco de nuestros actos y de nosotros mismos.
Después de casi diez años de ser el cirujano responsable de la Unidad de Trauma del Hospital Nacional de Niños y de haber dado esta noticia unas doscientas cincuenta veces a unas doscientas cincuenta familias, les puedo decir que una parte de nosotros se queda ahí, y que es peor cuando en la intimidad de nuestro ser sabemos que aquello no debió suceder. Reto a todos los responsables de estas muertes para que vengan a hablar con estos padres.
Sin palabras
martes, 16 de marzo de 2010
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9 comentarios:
Es entonces cuando uno se pregunta: Porqué un doctor tiene que dar la cara en lugar de un irreponsable de esos?, porqué unos padres tiene que pagar la irresponsabilidad de esos? Porqué los mal llamados "Padres de la Patria" no la defienden como deben? En manos de ellos está que esta situación pare, sí a la fuerza, con penas fuertes, porque lamentablemente los ticos sólo así entendemos.
sabe que tengo ganas de hacer... ir a esa vigilia de la verguenza y tirar uns par de bombas molotov a los ineptos de los diputados.... sigan votando ticos por esta clase politica de mierda que nos tenemos... sigamos de tontos... es hora de acabar con esta irresponsabilidad ya!!
Mcarpintero, así es, nadie entiende.
El mae, no creás, a mi también me an ganillas!
Saludos
Ninguna ley nos va a mantener vivos fren si no somos cpaces de madurar y darnos cuenta que estamos jugando con la vida. El domingo muchas vidas cambiaron para siempre y no puedo imaginar el dolor de la esposa del Dr Lang, sencillamente no uedo y no me atrevo.
Es la estupidez mas grande del planeta, es como si decidieramos salir a correr con armas cargadas en nuestras manos, el valor y respeto a la vida se esfumo, la gente no quiere entender por que desea vivir el ya sin pensar en sus actos...
Estoy tan indignado men...
Que cólera mae, todo por culpa de Pilar Cisneros que les hizo creer a los borrachos que no hay cárcel a la primera, y culpa de esos jueces que no condenaron a prisión a Jorge Sánchez por manejar tapis cuando era presidente del INVU en el 2009, pero diay ahora es diputado de PLN Diputado, como?
Andrés, Tenés toda la razón, la ley no cambia las cosas, sólo con educación se logra simembargo, las multas y el miedo son un buen inicio.
Maemoto, mae si, la des- información impera en tiquicia, además de la corrupción.
Saludos
La vigilia estuvo excelente, pero los diputados rompieron quorum antes para no toparse con los asistentes supongo
Alejandro, que se puede esperar de estos "padres de la patria....
Esta asamblea ha sido de lo peorcito de las últimas administraciónes, eso del oder del pueblo ya no existe
Saludos
EL comentario del Dr. Vargas es demoledor.
En CR los políticos han logrado trasladar su mojigatería a las mismísimas leyes.
Con frecuencia la gente se disgusta cuando uno compara a tiquicia con otros países, pero a veces es necesario.
En Japón hace algunos años se notó una alza en los accidentes de tránsito causados por licor. Los japoneses no se esperaron a que se dispararan las fatalidades. Aprobaron uno ley que establece exactamente las mismas responsabilidades legales para quienes manejan ebrios, quienes les sirven o venden licor y quienes les acompañen el vehículo. ¿El resultado? Nadie dijo "pobrecitos los bares", ni tampoco "pobrecitos los amigos de choferes borrachos". La ley empezó a regir y a aplicarse y punto. La diferencia se notó desde los primeros meses.
Pero en CR eso no va a pasar, porque las élites viven felices topándose en recepciones en las que se congratulan entre sí por lo alto que han escalado y por sus movidas (honestas y las que no tanto).
La ley se reformará y tendrá dientes de verdad solo cuando lamentablemente muera un niño o una niña pequeña que sean hijos de algún político o empresario importante y siempre y cuando el borracho sea un pobretón.
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